Ésta semana por fin, decidí confiar a mi hijo un episodio de Vida, un noviazgo y una boda. Se lo presenté como si se tratara de una visita en vacaciones a un lugar paradisiaco, así mismo.
La expresión de su carita de sorpresa, allegada de una sonrisa y luego una de molestia, conforme escuchaba la narración acompañaron el baño.
Mientras él enjabonaba con una la esponja de pulpo y yo colocaba shampoo corporal al pez azul, se escuchó el ... ¿Cómo era mamá? ¿por qué se separaron? ¿te hubiera gustado que él fuera mi papá? y una serie de preguntas que no esperaba.
Al final de la contestadera sólo dijo, pinche gordo ese... y yo solo respiré profundo y le dije, con esta historia de mi vida, quiero que sepas que no soy perfecta, que he equivocado el rumbo más de una ocasión, pero agradezco a la Vida todo el dolor y decepción de entonces, pues sin ellos, nunca hubieras llegado tú (entonces sonrió y con un abracito de dijo te amo mamá).
Unas horas después de un maratón de Monopoli, antes de dormir saqué una bolsa que estaba en resguardo, con ella cartas, notas, emails, fotografías, invitaciones... después de releer cada una, de evocar aquellas personas, cada fragmento de historia, cada recuerdo fue depositado en una bolsa de plástico, la cual espera destino próximo de reciclaje.
Antes de dormir, pensaba como ha pasado el tiempo, como en efecto el paso de los días, los meses, los años, se llevan todo, arrasan con todo...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario